Vale, es un titular grueso. Pero atendiendo a las explicaciones de los expertos, es lo que sale… en el mejor de los casos.
Decía el otro día Rodolfo Carpintier que a lo largo de estos años habrá estudiado unos 1.800-2.000 planes de negocio. Y que sólo ha invertido en 18-20 de ellos. El ratio de proyectos invertidos / proyectos estudiados es del 1%.
Ese 1% es el de proyectos que, como dice Luis Martín Cabiedes, están convencidos que van a funcionar muy bien. No son proyectos de «bah, igual funciona» o «no me convence, pero el tío me cae bien», sino proyectos que creen firmemente que van a ser pelotazos. Pero en su experiencia, sacan que después sólo uno de cada diez o uno de cada quince son realmente grandes pelotazos (en los que obtienen una remuneración en la salida con múltiplos de 100 sobre su inversión). El resto oscilan entre «recuperar la inversión» (con suerte), salir con pérdidas (algunos) y, directamente, perder la inversión (la mayoría). Y eso, dentro de los que su olfato les decía que eran caballos ganadores.
Es decir, que siguiendo estas experiencias, podemos situar en uno de cada mil los proyectos que consiguen una evolución exitosa. El resto, incluso los que tienen buena pinta, se quedan en la cuneta.
Es una cifra para pensar, ¿no es cierto?
Y desde el punto de vista humanitario, ¿Cuál es el porcentaje de emprendedores que falla considerablemente?
Aunque es interesante ver la proyección de éxito de los proyectos, me preocupa más la proyección de los creadores de dichos proyectos.
Supongo que debe ser mucho menor, porque no creo que todos los emprendedores pongan todos los huevos en la misma canasta, pero unos cuantos deben haber tenido que volver con la cola entre las patas a trabajar en una oficina, ¿no?